Tras este original y esclarecedor nombre, se esconde la principal de las pasiones de Curro Marín, un conocido sumiller de profesión y vocación, que decide aventurarse a la elaboración de un vermú en el que el vino predomine sobre los botánicos, al contrario de la concepción de los vermuts tradicionales.
Y esta aventura la inicia ante la imposibilidad material de tratar y cuidar con mimo – como todo lo que hace – unos viñedos para la producción propia de vinos.
Curro es un inquieto alquimista que, adelantándose a las modas, cuando el vermú era una bebida que había quedado denostada, comienza a emplear barricas de roble francés para, sin prisa, ver la evolución de los pequeños matices que iba introduciéndose en el vermut, elaborado sobre la base de vino de uva blanca de moscatel de alejandría.
De ahí, nace la idea del Vermú de Garage by Curro, de esa cochera donde los pequeños viticultores juegan a alquimistas y elaboran sus vinos para conseguir un producto único y con carácter propio.
Es en su pequeño garaje de la Carretera de la Sierra, junto a su Asador, dónde Curro ha creado el vermú y ha sido capaz de obtener un producto multisensorial.
La elaboración del Vermú de Garage es peculiar, ya que Curro utiliza barricas de roble francés que han obtenido con anterioridad vino tinto, en las que pasa un mínimo de 12 meses, y para buscar homogeneizar el vermú, utiliza las técnicas de Jerez obteniendo un producto sublime.
Cóctel para los más atrevidos, unimos el dulce y amargo que nos aporta el Vermú y la Ginebra, junto con el ácido de la lima y el picante del Ginger Beer.
Tras el paso de doce meses de barrica de roble francés que han contenido antes vino tinto, le damos un trato parecido al del vino.
Cóctel clásico hecho con tres productos, el insustituible campari junto con nuestro Vermú de Garage y nuestra Road 78.